EL DESTINO
Uno se levanta, se asea y se viste siempre de un modo cotidiano, sin pensarlo siquiera; sale de
casa con un rigor rutinario. Saluda a unos y otros con un dinamismo local, tal
compra el periódico y sube a casa el
pan. Son hábitos
reflejos casi disciplinarios. Pero entre intervalos de estos gestos ya programados, en los espacios de nuestra vida e incluso en los ya reservados procesos de nuestra toda vida, cabe la posibilidad de una interferencia, una pedrisca de acontecimientos imprevisibles;
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