EDITAR UN LIBRO
Cuando recorría mi adolescencia, entre idas y venidas desde
Navarra a
Lagunilla, me obsesionaba por las aventuras que sólo el azar iba a poner en mi
camino; todos los años me sorprendía una nueva experiencia. Relatos, sucesos y sensaciones que se alienaban desde el corazón natural de estas gentes en mi cerebro. Personajes, algunos de ellos, tan difíciles de expresar por su vasta conducta como por su exquisita afabilidad. Hermosas mozas que, en su vulgaridad o sencillez, despachaban
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