Silencioso, solitario y sin vida que lo alegre ha quedado el vetusto balcón. Ya nadie se asoma a su barandilla; no se escuchan risas ni llantos en su interior. Hace tiempo que las macetas floreadas, la ropa tendida y el gato de la casa abandonaron la protección de tan espléndido mirador. Ya no se cuelgan higos ensartados, ni pimientos o guindillas, nadie viene a extender sobre su piso las vainas con el grano de las alubias, los higos, cebollas ni otros productos de temporada que se exponían a secado ... (ver texto completo)