Allá, en lontananza, se pierde la vista; una excelsa llanura bañada por agua que pinta caprichosa delicados meandros. Plata líquida parece, regada de haces de luz que escapan fulminados, como pueden de los estratos nubosos. Oscura ilusión de un paisano, antojos rústicos del ocaso brumoso. Adivino que no hay contemplación más bella desde nuestro balcón si han crecido las aguas y, desde el norte hacia el oeste, rebota un sentimiento en tramontana que busca ese manso caudal extremeño...