Y despidieron al único primo que, hasta el día de hoy, tuvo la osadía de ir a Buenos Aires desde España. Para ellos fue de gran emoción mi visita y triste mi marcha. La prima Dolores con su esposo, Alberto, en un último abrazo de despedida (Aeropuerto de Ezeiza)
En mi estancia con Dolores lo pasamos de aúpa: nos enseñaron todo Buenos Aires, cantamos en las cenas reunidos con sus hijos y nietos; cuando estuvimos entonando “Asturias patria querida” se emocionó mucho. Su hija Marisol confesó que solía cantar muchas canciones españolas y creía que se las inventaba hasta que, en el preciso instante de entonarlas yo a dúo con ella; observó que ambos las conocíamos de igual manera. Hubo un momento crucial a la hora de abrir una botella de sidra...