Un traspié a ras de suelo eleva el dintel de la vieja casa ¡Huele rancio el lagar seco! Donde padre reventó las uvas. Puerta de doble hoja y una tranca nos cobija, escaleras de madera ceñidas contra la pared ¡Otro portón se abre! Ahí está la cocina, su lacena; el llar y la pira. Humea la viga. Ya no descansan travesaños, combados de morcillas; no gotean chorizos ni otras delicias. Son brumas de un recuerdo humilde, lleno de sonrisas. Se expande hacía el desván abigarrada... EDITAR UN LIBRO
La casa repoblada cobraba ese calor de antaño. Quizás sus moradores no estaban conectados con las vicisitudes ancestrales de antes pero notaban, al ver aquellos vetustos escalones, el desgaste en ellos; el dolor y las alegrías que aquellas reliquias le suscitaban. Y, su presencia, ante el espacio que habitaron les memorizaba anécdotas, pasajes de acontecimientos que nunca lograrán olvidar.
Yo, a pesar de no tener mucho que decir, puedo asegurar que en las mentes de mis hermanos... Subía al desván y, mientras ellos despertaban, yo curioseaba entre apeos rústicos, reliquias de un pasado aún muy próximo; seguían presentes el horno de elaborar el pan, la artesa y los bastidores de transformar la leche en deliciosos quesos; palas y rastrillos de madera con mango largo, muy largo y, una cosa muy rara, un improvisado protector casero para los dedos de las manos. La experta en la pala larga coloca las bandejas en el interior del horno.