Recuerdos muy lejanos de gente que entra y sale en la noche, de aullidos que llegan de la serranía y que, sobre los brazos cansados de mi madre y abrigado por el poncho de lana temeroso recojo. Un grupo sale del baile, dejando el mal iluminado Vallejo; Faustino bracea con sus fornidos brazos. No usa piernas aquel extraño triciclo. Y tras los tenebrosos robles de la Mata Redonda provienen aquellos aullidos. La juventud de aquel entonces no parece amedrentarse y siguen en la verbena...