Igual que el sol se acuesta hoy, debería acostarme. Ya no está mi juventud para mostrar más alardes. ¡Qué ya me cruje todo el cuerpo! repase por donde se repase. Mañana, desde la tele, correré aquellos encierros de siempre, los que se viven y reviven hasta que nos alcanza la muerte. Aquellos latidos exhortados por el valor maduro de la ingenuidad adolescente, medido tramo a tramo de manera rotunda y persistente. Bocados cada vez mas largos y arriesgados de encierro, adrenalina ruborizada, lubricante...