Me gusta esta mirada sobre el paisaje rural de mi infancia. Una memoria fotográfica melancólica, bella! De quien conocimos esos menesteres cotidianos tan armoniosos en la rutina laboriosa de nuestro pueblo. Silencioso, solitario y sin vida que lo alegre ha quedado el vetusto balcón. Ya nadie se asoma a su barandilla; no se escuchan risas ni llantos en su interior. Hace tiempo que las macetas floreadas, la ropa tendida y el gato de la casa abandonaron la protección de tan espléndido mirador. Ya no se cuelgan higos ensartados, ni pimientos o guindillas, nadie viene a extender sobre su piso las vainas con el grano de las alubias, los higos, cebollas ni otros productos de temporada que se exponían a secado...