Toda naturaleza viva necesita el amor de las divinidades, de su madre en la tierra; nunca subsistirá tras el parto si no le llega esa ofrenda. Con ese amor incondicional, tan protector y excelso en fuerza; podrá afrontar las tempestades que rondan y pretenden su abatimiento, extender alegre los brazos para recoger en ellos el mundo y florecer en inteligencia. Con el calor de ese cariño siempre llevara erguida la cabeza.
Pedro G. G. les desea a todos/as las madres de este...