Retando las irregularidades del terreno, resbalándose el
agua sobre la grasa del cuero; ibamos botas y pantalones heridos de
aguas hasta los huesos. Más no llovía, aún hacía bueno; y las altas hierbas del
campo la tomaban con nosotros y estas cancheras tan pencas; cosa curiosa que me atrajo la atención y, de tanto mojar y mojar las malas verduras y la
niebla, veo ante mi el regalo que le ha permitido a esta
roca ser bella; esos musgos graciosos y alegres que se asientan sobre ella.