¡Ay del tiempo! Cuántas veces en nuestra existencia vamos albergando la esperanza en nuestro retiro, soñando con un mañana en el que sólo nos debemos a nosotros; a nuestros caprichos irrefrenables. Ya no nos sujeta obligaciones, ya sobrados de todo lo necesario para llevar acabo aquellas visitas al pueblo indefinidas. Para gozar de lo lindo y respirar sano. Una reserva de intenciones que, en lo ficticio, sabe saborear una mente creativa hasta el punto de saciarse. Y un presente, una...