Ha caído la tarde y, como único y virtuoso día del año, la noche nos reúne; nos reúne bajo el árbol familiar. Y cada rama de ese grueso ente colabora por la felicidad y cuida del núcleo espiritual que les une. Unos vástagos de esa red de sabia fervorosa se vuelcan en cocinar amor, energía calorífica bañada en buen humor mientras, con humanas manos se sazona el paladar horneado, dorado en la ternura ancestral de sus raíces, canalizado en sutil maternidad del embrión que aprende a ser parte de un regalo...