Es curiosa nuestra vida, cargada de escenas siempre; unas voluntarias y otras muchas inocentes. Reímos ante las ajenas y nos avergüenzan las nuestras algunas veces. Damos importancia al espectador, mucho más que las que merece; pues él es también el actor de una corriente de embrujos que actúan ante nosotros siempre. Es tan simple ser humano y perder algunos papeles. El rol que interpretamos en familia nos enfrenta a realidades efímeras que casi nunca nos pertenece.