Allá quedaron los años en los que tanto añoré volver y encontrar paisajes salvajes, bosques y riscos; cancheras pardas en las praderas verdes regadas de imaginación. Ya no padezco de esa melancolía. Ahora, con las rápidas carreteras, todo está tan cerca que basta tener dos días de fiesta para hacer una impronta aparición en estos páramos tan anhelados y robarles la gracia y el encanto del que siempre me supe alienado. Sufrir la demencia embriagadora de su soledad...