Estar de vacaciones no le exime a ningún afortunado de darse un madrugón. Pero hay quien, como mi hermano, supone que el ánimo de quien no tiene obligaciones se vuelve perezoso. Se dio la oportunidad de ir a medir el tronco de un castaño que, según uno de mis sobrinos de Francia, decía él; que no pudieron cerrar su tronco cogidos de la mano. Si no exageró Pol, estaban seis excursionistas.