Lo bueno que tienen las zonas rurales es la familiaridad con la que se relacionan sus cohabitantes. Creo que se debe a la oportunidad que ofrece el ser un escaso número de vecinos, ese roce diario en sus calles y plazas o las rutas compartidas cuando faenan el campo. Apoyos socorridos en los malos momentos, incidencias que el azar de la salud o enfermedades suscitan a ello; la cantina del ocio y la concurrencia de esos pocos rostros que tropiezan durante las cuatro...