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LAGUNILLA: Estimado amigo, que más quisiera él; mi padre no era...

Iª PARTE DE RELATO
Don Urbano González Amatos

Natural de Lagunilla (Salamanca) Ingresó en prisión el 19-6-1939 a disposición del Juez Militar nº 2 de Cáceres en méritos de sumarísimo de urgencia nº 28331/39. Siendo juzgado el 5-7-40 y condenado a la pena de 30 años, por un delito de adhesión a la rebelión militar.
Como no sabía ni leer ni escribir, mantuvo a su esposa en “un sin vivir”, ya que él se negaba a dar noticias de su paradero; considerándose muerto o desaparecido en la contienda civil. Nadie lo daba por vivo hasta que fue excarcelado el día 20-5-1943 (prisión atenuada). Habiendo permanecido en prisión por un periodo de 3 años, 11 meses y 1 día.
Llego al pueblo como pudo y, andando por las proximidades, le reconoció su hermano Alberto que, en un correr de boca, hizo juntarse a gran parte del pueblo, en la entrada de éste; para recibirle con un alto nivel de emoción.
Contaba mi padre historias sueltas de la guerra y entre una de ellas, porque hubo muchas, cuando él se cambió a los rojos:
“Era una mañana de mucha niebla, no se veía a dos pasos; en el frente nacional nos movían a la primera línea de fuego. Yo iba trémulo, no sé si por la niebla y el frío; quizás también por el miedo. Había unas enormes oquedades a los lados de los impactos de obuses. Casualmente resbalé, cay en uno de ellos. La tropa seguía adelante, pasaba de largo y no advertía que yo estaba allí. No sé por qué… me quedé paralizado, aterrado de salir. Si salía podía correr la mala suerte de morir en el tiroteo, si me quedaba; quién sabe, un consejo de guerra, el fusilamiento. Y todo por una mísera peseta que nos pagaban. Divagando estos pensamientos, me sorprendí solo en las tenebrosas nubes de niebla. Ya hacía un rato que no oía los pasos de la tropa alejarse. Salí y me puse a andar. No llevaba un rumbo fijo y, me paré a pensar…podría alegar que me he perdido. Una buena escusa para no pasar por desertor y, en el peor de los casos, bastante creíble.
Llevaba toda la noche andando. Ya, en los albores del alba, cuando empieza a despuntar una brizna de luz; para que me entiendas (me decía). Un soldado me echó el ¡alto, quién va! Yo ni lo veía. – Y, ¿qué le dijiste?-le animé a seguir. Y él, apremiando mi silencio con su mirada dictatorial, prosiguió: ¡un hombre libre! Contesté.”

Hola Pedro. Muy interesante la historia de tu padre. ¿NO habrá escrito unas pequeñas memorias? El tema de la guerra civil siempre me ha interesado, sin entrar en las razones de unos y otros, que esas las dejo para tertulias personales, cara a cara.
MIguel

Estimado amigo, que más quisiera él; mi padre no era muy habil escribiendo. Lo que si hizo fue contarlo, en sus agostados días era lo único que le alentaba y, siempre que alguien se lo permitía, le ponía al corriente de sus esperiencias bélicas; las miserias de la guerra y la estupidez de ella. Nunca dió nombres, sólo personas que compartieron y sufrieron como él. La expresión más absurda de la codicia humana y su vesánico proceder.

Espero ir alimentando los capítulos de todos los posibles recuerdos que guardo de sus memerias, lo más fiel posible a lo que él me contaba.
Me alegro que te cause interes.
Saludos.