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LAGUNILLA: 4ª PARTE Y ÚLTIMA DE ESTE RELATO...

4ª PARTE Y ÚLTIMA DE ESTE RELATO

Mi madre escuchaba en silencio mientras me cosía unos botones de la guerrera. Seguramente le vendrían a la memoria aquellos días y meses; años en los que tuvo que bregar sola con toda la hacienda, sin la protección del hombre que, Dios sabe dónde andaba. Y, mientras mi padre seguía desglosando su arresto y dándonos detalles de las pieles de patatas que les daban cocidas para comer, yo volvía la mirada hacia mi madre; momento en que la sorprendí enjuagándose las lágrimas. No dije nada.
-Nos tenían en unas celdas tan repletas de gente que teníamos que dormir acurrucados. Algunos les hablabas antes de dormir y al día siguiente lo hallabas muerto. Solían darnos tres cigarros para cada día. Mira que a mí, siempre me ha gustado el tabaco, ya ves tú… pues lo cambiaba por comida. Había gente que no comía, prefería fumar. – Seguía disfrutando en su desenfrenado relato.-Todas las mañanas, bien temprano; llegaban y nombraban a unos por nombre y apellido. Se los llevaban. Se comentaba que si no tenían delito de sangre, posiblemente, no se les fusilaba. Pero el ánimo estaba desahuciado ¿Cómo se puede convencer a alguien, que habiendo estado en guerra, no te hayas manchado con sangre?
Y, un día, llegaron a por mí. Me llevaron ante un consejo de guerra.
“ ¿Qué hacía usted en los aledaños de tal y tal? Me preguntaban. –Y… ¿qué dijiste?- La verdad, que estaba perdido. No tenían porque saber que había estado con los rojos.
Hijo mío… en la guerra, lo que de verdad importa; es volver vivo de ella. Y, yo opino, que el que vive de ellas, vaya a ellas; que no ande mandando a otros que nunca les ha dado de comer. – Pero tú fuiste con unos ideales ¿no? –De joven se hacen muchas tonterías. Pues, como te iba contando: después del interrogatorio, me mandaron que volviera a mi compañía lo antes posible. Para mi mala suerte, cuando salía, me saludo uno de los que estaban conmigo en el bando republicano y, a pesar de pararme muy poco con él; para que nadie pudiera advertir relación alguna, se dieron cuenta. Le debieron preguntar por mí y me delató.
-Y, en todos esos años que estuviste preso ¿por qué no diste noticias tuyas?
-Eran tantos años que no quise dar falsas esperanzas a tu madre. Prefería que rehiciera su vida sin mí y así, al menos, le quitaba la carga de esperarme tantos años; tantos que ni yo pensé sobre vivir. Además, aunque le habría hecho llegar cuatro letras; ella tampoco sabía leer mucho. No sé, realmente no sé el porqué. En aquel entonces no tenía esperanzas de nada y me dejé morir de intención alguna. La cárcel es así. Lo único bueno de allí, es que termine de aprender algo a leer y, dibujé un mapa de España, con todas sus provincias; espera que te lo voy a enseñar. – Pero… ¿aún guardas eso?

Y TERMINO ASÍ UN RELATO QUE, EN NINGÚN MOMENTO, PRETENDE NADA MÁS QUE NO SEA EL DISFRUTE DE PASAR UNA VELADA CON TODOS VOSOTROS. Gracias por vuestra generosidad al dejarme contarlo.
Un cordial saludo a todos y, en particular, a aquellos que se van a pasar estos días a Lagunilla.
Nos vemos a la vuelta.