QUÉ CERCA ESTA EL VERANO 4ª ENTREGA
Los días que un servidor pasa en el pueblo en su patrona la Virgen de La Asunción, están llenos de incertidumbres, de aquello que se dice: pues aquí te pillo y aquí te mato; porque nunca está previsto que es lo que se va a afrontar. Una mañana te levantas pronto y te pones el chándal con ganas de correr. Sales a la calle sin tener proyecto claro de ese recorrido fortuito que quieres tomar y, qué otra cosa primero que buscar un acompañante; por lo que empieza uno por dar las dianas en casa de uno y otro. Es lo que yo hacía. Levantaba a sobrinos y amigos y me los llevaba a dar un paseo matutino para abrir el apetito del desayuno. Y, aunque algunos refunfuñaban, en sus caras se advertía buen humor y agradecimiento por tener algo de aventura. Tomaba senderos que nunca sabía donde terminaban y ellos tampoco; de no ser que en esa ocasión viniera algún oriundo de los que aún vivían en el pueblo, cosa que era muy extraña porque, lamentablemente, madrugaban más que nosotros para llevar las vacas y regresar a misa con tiempo. Algunas veces venía Juan, el hermano de Teresa e hijos ambos de Maxi y Teresa; conocidos por el apodo de “chaparritas. Son amigos de Madrid, de una zona que ellos laman Orcasitas (al lado de Useras). En estas fechas el pueblo alberga gentes de infinidad de provincias y países (Francia, Alemania…) y, la juventud se busca así misma, como puede y acontece. Mis sobrinos me fallaban poco, eran aficionados al deporte como yo y, algunos de ellos, me superaba. Cuando regresábamos de nuestra expedición por los aledaños y arrabales, hacia una paradita en la tienda de comestibles y pedía una botella de litro y medio de leche fresquita. Les convidaba a ellos también; pero era yo el único que se metía “ de dos tragos” todo el botellón de leche y, con clave de humor, decía: bebiendo mucha leche tendréis una bola como ésta; y les mostraba el bíceps duro como una piedra que tanto les gustaba a ellos que les mostrara. Eran mis sobrinos.
Los días que un servidor pasa en el pueblo en su patrona la Virgen de La Asunción, están llenos de incertidumbres, de aquello que se dice: pues aquí te pillo y aquí te mato; porque nunca está previsto que es lo que se va a afrontar. Una mañana te levantas pronto y te pones el chándal con ganas de correr. Sales a la calle sin tener proyecto claro de ese recorrido fortuito que quieres tomar y, qué otra cosa primero que buscar un acompañante; por lo que empieza uno por dar las dianas en casa de uno y otro. Es lo que yo hacía. Levantaba a sobrinos y amigos y me los llevaba a dar un paseo matutino para abrir el apetito del desayuno. Y, aunque algunos refunfuñaban, en sus caras se advertía buen humor y agradecimiento por tener algo de aventura. Tomaba senderos que nunca sabía donde terminaban y ellos tampoco; de no ser que en esa ocasión viniera algún oriundo de los que aún vivían en el pueblo, cosa que era muy extraña porque, lamentablemente, madrugaban más que nosotros para llevar las vacas y regresar a misa con tiempo. Algunas veces venía Juan, el hermano de Teresa e hijos ambos de Maxi y Teresa; conocidos por el apodo de “chaparritas. Son amigos de Madrid, de una zona que ellos laman Orcasitas (al lado de Useras). En estas fechas el pueblo alberga gentes de infinidad de provincias y países (Francia, Alemania…) y, la juventud se busca así misma, como puede y acontece. Mis sobrinos me fallaban poco, eran aficionados al deporte como yo y, algunos de ellos, me superaba. Cuando regresábamos de nuestra expedición por los aledaños y arrabales, hacia una paradita en la tienda de comestibles y pedía una botella de litro y medio de leche fresquita. Les convidaba a ellos también; pero era yo el único que se metía “ de dos tragos” todo el botellón de leche y, con clave de humor, decía: bebiendo mucha leche tendréis una bola como ésta; y les mostraba el bíceps duro como una piedra que tanto les gustaba a ellos que les mostrara. Eran mis sobrinos.