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LAGUNILLA: QUE CERCA ESTÁ EL VERANO 7ª ENTREGA...

QUE CERCA ESTÁ EL VERANO 7ª ENTREGA

Veníamos al pueblo en un Gordini (conocido como el coche de las viudas). Nos saltábamos las leyes de tráfico, aquellas que limitaban el número de ocupantes de vehículo; cómo éramos tanta familia no cabía otra. A mí me llevaban a horcajadas entre sus piernas en el asiento trasero. Cuando había un control de la guardia civil, me tapaban con una manta y permanecía agachado entre sus piernas; esa aventura me hacía gozar tanto como cometer un pecado piadoso. Mi hermano Ángel nos seguía en una Moto (creo que era una Ossa, de nombre) durante todo el trayecto. Nos adelantaba y nos dejaba pasar a su antojo por aquellas carreteras nacionales de doble sentido, en las que los agentes de tráfico se confesaban celosos vigías de las normas. Donde pisar una raya continua te costaba una sanción segura. Y, eran muchos los vehículos que transitaban con la baca cargada de bártulos, unos enormes bultos sobre aquellos techados atados con cuerdas y pulpos. Horas y horas en carreteras abrasadas de humores y calor. Paradas cortas para llevarse un bocado al coleto y, en los más de los casos, aliviar las vejigas.
Al pasar por la Rosancha (ya en la entrada al pueblo) todos volvíamos la vista sobre lo que se conocía como la era. Soñábamos, soñábamos despiertos y absortos por aquellos lejanos recuerdos de las mieses ya cortadas, amontonadas sobre la seca pradera. Los veranos huelen a trigo, a parvas sobre las eras; y una mula apacible, en los candorosos recuerdos, gira arrastrando un trillo. Sobre él los niños hacen su feria. Montan asidos sobre él, como si un carrusel para ellos fuera. Mi pueblo huele a trigo, a pan y a fiesta.
Pedro.