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LAGUNILLA: Armand Salacrou en su obra L'inconnu d'Arras (1935)...

Armand Salacrou en su obra L'inconnu d'Arras (1935) dice este dramaturgo francés: Un homme sans souvenirs est un homme perdu. "UN HOMBRE SIN RECUERDOS ES UN HOMBRE PERDIDO". Nada tan cierto. Son los recuerdos los que, como un hilo conductor, nos integran en nuestro pasado. Es más, sin el pasado personal, no somos. El hombre se arracima en torno a sí mismo merced a la memoria personal, tanto es así que quien la pierde, se pierde. Se pierde para sí mismo y para los demás al carecer de puntos de referencia con el pasado. Recordar es volver a vivir en el corazón las cosas que nos acontecieron, de modo que el olvido permanente es la muerte. Se atribuye a Raimundo Lulio el haber dicho: "EL AMOR NACE DEL RECUERDO, VIVE DE LA INTELIGENCIA Y MUERE DEL OLVIDO". Pero tiene, el recuerdo, sus contras. Azorín, pseudónimo de José Martinez Ruiz, escribe en Yo, pequeño filósofo (1909):"LOS SITIOS EN QUE SE DESLIZARON NUESTROS PRIMEROS AÑOS NO SE DEBEN VOLVER A VER; ASÍ CONSERVAMOS ENGRANDECIDOS LOS RECUERDOS DE COSAS QUE EN LA REALIDAD SON INSIGNIFICANTES".

Parece como si visitar el pasado material borrara en nuestra alma la imagen que nos habíamos formado de las cosas que quisimos, que vivimos, que brillan en nuestra memoria. El hombre, en palabras de Publio Virgilio Marón en su Eneida,"RECONOCE LAS HUELLAS DEL ANTIGUO GUEGO" (Agnosco veteris vestigia flamma). Las cenizas conservan siempre un poso incandescente que a voluntad del corazón reaviva el fuego antiguo en nuestro corazón. Hay recuerdos que nunca se borran ni palidecen. El recuerdo de la madre nunca se borra: es la imagen que más tiempo queda fijada; también la estampa de nuestro primer amor. El industrial y filántropo norteamericano Andreew Carnegie paseaba con su secretario cuando una señora anciana le dijo suplicante: "señor, tiene que cancelar mi hipoteca o perderé mi casa antes de fin de año...". El magnate de los ferrocarriles y el petróleo quedó mirando el rostro de la dama y dijo muy resuelto a su secretario: "Cancele enseguida esa hipoteca...". Como el empleado quería saber la razón de decisión tan repentina, Carnegie fue contundente:" Mire usted, la razón es que esa señora se parece muchísimo a mi madre; veo en su rostro el de ella...". Dejamos huella, siempre nos recordará alguien: por un hijo, por un amor, por un libro, por una buena obra. Cuando la cuchilla segó la vida del químico francés Antoin L. de Lavoisier (1794), el matemático Joseph L. Lagrange dijo: "UN MINUTO BASTÓ PARA HACER CAER AQUELLA CABEZA, Y CIEN AÑOS NO BASTARÁN A PRODUCIR OTRA SEMEJANTE". Pero antes de que la guillotina acabara con la vida del creador de la ciencia química moderna, se despidió diciendo.

"MI RECUERDO SERÁ ACOMPAÑADO DE ALGUNA GLORIA; TUVE UNA LARGA CARRERA EN LA TIERRA, Y DICHOSA".

Armand Salacrou