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LAGUNILLA: Dice este autor norteamericano en una sátira política...

Dice este autor norteamericano en una sátira política que tituló The biglow papers (1848):

NO ES POSIBLE ENTENDER A AQUELLOS QUE ODIAMOS

Es decir, la gente nunca entiende a aquella otra gente que odia. El corazón se cierra a la posibilidad de aprecio, y la razón le asiste en el trabajo de proporcionarle argumentos. El odio ofusca la mente y cierra la voluntad. A aquel que se odia, se le odia, y no se busca explicación al hecho. Las razones de la persona odiada no nos importan y de hacho pasamos de ellas. El odio es irracional y el comportamiento humano con la criatura odiada, también. Nos nace de las entrañas y arma nuestra mano en vísperas de la guerra y oposición que hacemos a quien nos cae muy mal. Decía el dramaturgo Antón Chejov en su Cuaderno de notas (1904) que el amor, la amistad y el respeto unen menos a la gente que el odio común hacia una persona o cosa. "ES MÁS EFICAZ, MÁS COMBATIVO; MOVILIZA DE MANERA REPENTINA Y APASIONADA: EL ODIO ES MÁS FUERTEMENTE SENTIDO HACIA AQUEL QUE NOS HACE SENTIRNOS INFERIORES", según considera Philip Dormer Stanhope, Lord Chesterfield, en carta a su hijo (1750). A la aversión y el aborrecimiento llamaban los latinos odium, de odi (detestar). También podía emplearse el término para aludir a la insolencia y a la conducta despresiable. Famosos son los versos de Quinto Valerio Catulo, poeta romano del siglo I a de C., que dicen: Odi et amo. Quare id faciam fortasse requiras; nescio, sed fieri sentio et excrucior, que en castellano quiere decir: "Odio y amo. Acaso me preguntes por qué obro así. No lo sé, pero siento que esto es así y eso mismo me atormenta". El odio fue siempre tema recurrido por los poetas. Quinto Horacio Flaco decía en sus Odas: Odi profanum vulgus et arceo ("ODIO AL VULGO Y LO APARTO DE MÍ") Por su parte, Ovidio, en sus Amores, exclama: Odi, nec possum cupiens non esse quod odi ("ODIO Y NO PUEDO DEJAR DE DESEAR ESO QUE ODIO") "DETRÁS DE UN BESO ESCONDEN MUCHOS SU ODIO", dice el refrán. El término, sin embargo, fue poco empleado en la Edad Media, aunque lo usa Gonzalo de Berceo a principios del XIII. El término más utilizado y popular fue "aborrecimiento", de abhorrescere (tener aversión u horror), voz derivada de horrere (erizarse, ponerse los pelos de punta). Fernando de Rojas emplea así el término en su tragicomedia llamada La Celestina (1499): "POSIBLE ES Y AÚN QUE LA ABORREZCAS CUANTO AGORA LA AMAS, PODRÍA SER ALCANZÁNDOLA, VIÉNDOLA CON OTROS OJOS LIBRES DEL ENGAÑO EN QUE AGORA ESTÁS".

Dice el cantar popular:

VIENDO QUE NO ME QUERÍAS
COMPRÉ UN ABORRECIMIENTO,
Y TAN BUENA COMPRA HICE
QUE TE ABORRECÍ AL MOMENTO.