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j) Llegábanse por un sendero de entre vaguadas dos sujetos de etnia gitana, un perro que los seguía y, al hombro, sendas escopetas abiertas y dando fe que no cazaban. Y al doblar un espolón de aquel descenso que hacían en regreso de la sierra, dieron de bruces con la pareja de la Benemérita en batida rutinaria. Bajaron las cabezas con discreto afán de pasar sin ser requeridos pero les dió por salir del entuerto mal. Diéronle el saludo los guardias y se tuvieron que parar:
- ¿Ese perro es suyo? inquirió el agente.
- ¡Desde que era cachorro señor guardia!
- ¿Y la escopeta, es suya?
- ¡Oy, desde que era pistola señor guardia!
- ¿Ese perro es suyo? inquirió el agente.
- ¡Desde que era cachorro señor guardia!
- ¿Y la escopeta, es suya?
- ¡Oy, desde que era pistola señor guardia!