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LAGUNILLA: ¡Qué noche más bella! Mientras el vehículo nos iba...

¡Qué noche más bella! Mientras el vehículo nos iba acercando al peaje de Vitoria a Burgos yo pensaba: “tengo que traerme un buen montón de fotos, tengo que localizar al señor Damián Pineros (el que quiere saludar Ana María) y darle dos besos de su parte; tengo que comprar el aceite de botella negra (la elaborada en frio), tengo…Y de repente frené para sacar el registro de la autopista; la barrera se elevó y pudimos tomar la ruta.
- ¿Qué, ya hemos llegado? – se despertó mi copilota esposa.
-No. Aún estamos yendo a Burgos. ¿Trajiste la cámara de video? -Pregunté dudoso
Con la vaga certidumbre de aquel descuido.
-Pues, ahora que lo mencionas, sé que no; no la preparé anoche y…Si quieres volvemos por ella.
-Me estás tomando el pelo ¿verdad?
-No, no; si tú la hubieses preparado… ¿por qué no me lo recordaste antes de salir? Pero si quieres regresamos a por ella.
- ¡Va, olvídalo! ¿Cuánto puede costar una cámara de las más baratas?
-Si te refieres a las de usar y tirar, como las que llevó nuestra hija Beatriz a Grecia muy poco. El problema va está en encontrar un sitio de ventas abierto; hay grandes superficies que abren los festivos, podíamos mirar en Salamanca.
- Pero no abren hasta las diez generalmente y, cuando pasemos por ahí, lo más tarde serán las ocho. No sé, si tuviesen las estaciones de servicios.
Ya, con el humor destrozado, pisaba a fondo sin hacer las paradas que acostumbraba, deseoso de no perder un minuto en vano; de llegar, llegar para ser testigo de un acontecimiento nuevo, sin fotos, pero nuevo y esperanzador. Ya hay demasiadas fotos repetidas; me consolaba.
Cuando quedaba medio depósito de combustible busqué la primera estación a pie de carretera. No me gusta tener que alejarme mucho de la calzada que me guía. Hallé pronto un lugar acorde a mis exigencias y me paré a llenar el depósito. Luego solicité que me indicara dónde estaba el expedidor de cafés. No tenían; pero me ofreció una novedad del mercado. Era un cilindro enorme, en cuya base se podía apreciar un dispositivo que se oprimía y ponía en marcha una energía de calor que, progresivamente calentaba el café hasta unos límites increíbles y satisfactorios. Mire a mi alrededor mientras sorbía casi quemándome si aquel centro tenía todas las soluciones a mis problemas y, tras lo observado, no me animé a preguntar. Llené hasta llegar a Béjar. Y ya, en la tierra de los hombres musgo, por aquello de la leyenda que así lo sostiene (invadieron en, no sé qué época, el castillo disfrazados de musgo para poder asentarse al umbral de sus puertas y, cuando abrieron para salir, ellos se precipitaron sobre ella sorprendiendo a sus ocupantes y derrotándolo para hacerse con dicha fortaleza) o algo así me contaron.
¡Gloria a los dioses que crearon los chinos!

Mañana seguiremos…Mil saludos