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LAGUNILLA: Ricardito regresaba de su solaz escapada del mundo,...

Ricardito regresaba de su solaz escapada del mundo, guardó su bicicleta y se sentó sobre el mismo poyo; junto a nosotros. Me invadieron aquellos años atrás, cuando nos juntábamos algunos veranos y nos ponía al corriente de los adelantos que la tecnología automovilística había logrado, las retornadas salidas, en la que él tenía el gusto de llevarme a bañar al pantano y, aquella vez, la última quizás, que me sorprendió al quitarse el bañador y meterse al agua sin ropa; intentando animarme a lo mismo pero no tenía yo esas libertades morales y, después de coger unos mejillones tigre de aquellas aguas nos volvimos con un olor a pescado en la piel todo guarro. Aquel verano las aguas del embalse se hallaban muy retrocedidas y marcaban mucha desoxigenación. En fin, no sé qué chorrada de saludo le hice que me respondió con unas frases muy desabridas y me hizo sentir culpable de un exceso de confianza. Callé y reflexioné un rato. En otros tiempos Ricardito portaba una imagen muy distinta a la de hoy, tenía un porte interesante y enigmáticamente culto; vestía elegante y su cabello y bigote espeso y ralo más sus conocimientos al hablar, dejaban perplejo a cualquiera; era un perfecto perfil alemán. Me aburría esperando la hora de ese bando tan anunciado. Me levanté y, al hacerlo, uno de mis hermanos me susurró al oído que ese hombre que estaba a la puerta del difunto Juan y su viuda Purificación era un hijo de ésta y, la otra señora, su nuera. Me acerqué a darle el pésame y, al pronto, la nuera (Sara, creo que se llama) me preguntó si yo era ese Pedro que escribe en el foro, me confesó que ella lo leía a diario y que no participaba por que son de Valdelageve; pero que muchas veces se ha sentido tentada de hacerlo.
Un grupo de mujeres aparecen de súbito. Son María del Carmen, Juana y su hija; otra María del Carmen. Las dos hermanas de mi primo Ramón (primer ciclista de…) y su hermano José; pero ellos no están, será más tarde, enfrente del ayuntamiento cuando me sorprenda mi hermano señalándome a José que, por cierto, tiene un parecido increíble a mi hermano Segundo, incluso en el habla se le asemeja; no puede negarse que es un ” Cachapo”, sale a nosotros. Y también está aquí mi prima Rafaela (hija de Tomás y Rafaela) que vive en Pamplona. Al rato me saluda mi otro primo Ramón, el de siempre ciclista del foro, yo lo recordaba menos delgado y más mayor; se le ve jovial y, esta vez no me dio esa chapada en la nuca de antaño para advertirme de mi ignorancia; por no reconocerle. En el balcón del ayuntamiento sorprende una estampa muy sobria del ambiente, no sé si será por los fondos; pero no lo adornan banderas de ningún tipo. Si esto hubiese sucedido allá en el Norte lo entendería, porque algunos ayuntamientos lo hicieron por no tener alborotos ni polémicas con los radicales separatistas; pero es mi pueblo, la raíz más profunda de la España o de Castilla para el euskaldún que reniega de ser español. Eché en falta esas calurosas insignias de mi patria. En el balcón municipal tan sólo se ceñía una triste banda blanca, a modo de pancarta; en la que se podía leer Fiestas de Lagunilla. Pero, al aparecer aquellas célebres personas que tenían el honor de presentarnos tal evento con un bando, el encuentro se transformó. Sus palabras sencillas, sin esos pesados y largos recitales a los que antaño nos tenían acostumbrados, hicieron rico, divertido y ameno aquel anuncio de fiestas; con retoques jocosos de prohibiciones irónicas. Fue tan familiar todo, tan de casa; tan cordial y sencillo como sus nobles y amadísimas gentes. Al terminar sus divagadas ausencias, de buen humor llovían caramelos sobre nuestras inclinadas cabezas, muchos y muchos más que cogían padres y niños; señoras y abuelas. Iban y venían mareas de caramelos al aire tan deprisa que, cuando te agachabas a coger uno, te caían tropezones en la espalda de otros. Cuando remitía la lluvia de dulces se comenzaba a repartir la sangría, totalmente fresca, muy fresca; y los vasos de plástico nos llegaban sin retraso a las manos.
- ¡Hola, tu por aquí! me reconocían mis amigas Rosa y Juana (“cotorras”) tan bajitas y morenas ellas; y siempre tan cariñosas.
- ¿No ha venido Magdalena de Pamplona? ¿Cómo esta vuestra madre? Me preocupaba al no verlas a ellas. Y el murmullo nos tapaba las respuestas pero no reprimía los besos y abrazos de unos y otros. Se hicieron un hueco entre el gentío y se salieron para sus casa con un ¡nos vemos luego!
Me quedé sin vaso y, junto a la puerta del ayuntamiento, estaba repartiéndolos un señor alto y delgado que, al verme, se dirigió al alcalde que con él allí se hallaba y le advirtió: ¡Aquí tienes al Pedro Gallardo! Y no acertaba a saber por qué me pudo reconoce. En estas que le estrecho la mano y le corrijo: ¡Pedro González Gallardo! ¿Tu quién eres?
-El Gordo – responde. Y el alcalde me toma la mano y también me saludo con escuetas palabras, en las que me enuncia distraídamente durante ese trajín de dar vasos que no escribe en el foro pero que lo lee siempre. Y con una última mirada nos separamos y le agradezco aquellos saludos que me mandó por voz de mi hermano a sabiendas de que somos, algo lejanos si se mide la extensión familiar de los eternos primos; bueno, quizás con otras palabras más lacónicas pero ello fue así; y termino.
Se hizo un hueco de desahogo y oí una dulce llamada, un jovial y alegre rostro me anunciaba que él era Manchega. “El abuelo”, pensé; pero mis ojos me engañaban. Ante mí sólo veía juventud, desparpajo totalmente jovial y, una sonrisa encantadora. Hablamos poco y de cosas ya previstas por la casualidad que nos unía. No se parecía mucho a las fotos que alguien del foro me facilitó para poder reconocerle pero su faz no dejaba de mostrar esa alegría innata de la persona que es feliz y que en aquellas fotos ya hacía gala. Lamenté no poder complacerle en una demanda que me hizo por no descubrir a mi cómplice de las fotos que, tras pensarlo luego tres veces; pienso que fue una tontada. ¡Qué complejos somos! Me sorprendo cada día y, me hubiera gustado hablar más con él pero apareció Curro tremendamente joven y con dos palabras muy cálidas me estrechó la mano y, casi al mismo tiempo JSM, joven y muy dinámico también; Rubiaca ya estaba allá y, si no me advierte curro, ni me habría dado cuenta. No sé qué pasó, todos se giraron por algo que les llamó la atención y se desplazaron unos metros haciendo corro, hablando de algo que, desde donde me dejaron, no pude enterarme. Mis hermanos se marchaban con mi esposa cuesta arriba; buscando el Vallejo de la Mata. Di un adiós con voz bastante alta a ese grupo tan admirable del foro; pero no debieron de oírme, lamenté no haber tenido unas circunstancias más favorables porque me quede con algo de tristeza y necesitaba más tiempo con ellos pero… otra cosa habría sido si la cita se hubiese dado al amparo de unas ricas chistorras.
Hay mucho más que contar, aún me quedan encuentros que, sin ninguna duda os va a encantar. Mañana sigo.