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LAGUNILLA: Estaban mis padrinos frente a la puerta de su casa,...

Estaban mis padrinos frente a la puerta de su casa, como otros muchos de sus vecinos, mirando el desarrollo del evento que sucedía más abajo; al llegarme donde ellos les saludé con dos besos y nos paramos unos minutos, pocos fueron, los suficientes para quedar cumplidos con presura de una de esas visitas ordinarias e indispensables.
La muchedumbre ascendía frente a nosotros buscando El Vallejo de la Mata, mi cuñada Nieves se impacientaba por seguir aquella pequeña marea humana y nos dejamos arrastrar de ella pero, a los pocos metros hube de pararme otra vez a saludar; era la ex esposa de mi hermano con mis sobrinas y sus respectivos conyugues. No era una parada muy cómoda para mi hermano, que se mantuvo alejado unos metros; los suficientes para no escuchar la brevedad de nuestro intercambio de palabras: “estamos bien, mañana nos vamos y hasta pronto”. Si este proceder no iría acompañado de los abrazos y los besos rutinarios se podría pensar que discrepamos y que la parada fue molesta y, a pesar de ello, tuvimos que esperar a mi esposa que seguía en tertulia con la ex. Le apuré la marcha y seguimos hasta la pista del baile. Bailamos con el máximo cuidado de no herir mis caderas y, así, así… nos marcamos unos pasodobles, tangos y rumbas; de esas clásicas de las nuestras. Y, entrándole a lo moderno, unos va y viene de giros y meneos que, a nuestra edad nos hace sentirnos algo estúpidos y cómicos viéndonos en ello. Una jovencísima y elegante Rosa (“Rosi la Palera”) se acercó y nos dejó un par de besos y una amena charla de antiguos amigos que le dieron consuelo a mis caderas; ya resentidas de los giros y machaques de todo el ajetreado día. Hablamos de ese cambió físico que se había dado al quitarse tantos quilos y de lo hermosa que yo le hallaba, tanto le adulé que acabe por compararla con la Rosario Flores y nos reimos.
La sed nos llevó a la barra que se improvisó a la izquierda de los músicos. Topamos con Margarita, la nieta de mi difunto tío Juan González Amatos y mi tía Petra; la hija de su hija Margarita Y Teodoro que vive en Navarra al igual que ella. Es psicóloga y tiene consulta en Burlada.
- ¿Dónde están los baños? me estoy meando.
- ¡Va! mea por ahí detrás. No te van a ver.
- ¡Ostras, si está lleno de parejas a oscura! Me van a ver.
- ¡Tú la tienes pequeña!
- ¡Pero fluorescente…! Y nos reímos. Pero ya se me olvido mear.
Tomamos los refrescos y cruzamos la masa de gente buscando las mesas del otro lado de la pista. ¡Hola Juan, Angelita…! ¡Ya he perdido a mi cuadrilla!
- ¡Por ahí Pedro!
- ¡Bueno… ya estaremos!
Las mesas estaban ocupadas pero no así las sillas. Enfocamos cuatro mirando a la pista y me fui a recoger las bebidas. Apenas me hube sentado se me acercó una preciosa señorita:
- ¿Eres Pedro verdad? - me levanto. No me dio tiempo a preguntar.
-Soy J. González -, confiesa ella. Y no sorprendido por ello, pues ya nos dijo Rubiaca del sexo que era, para todos aquellos que alguna vez pensamos que fuera hombre y, ahora quede muy claro; no es él qué diremos de ella. Por contar os contaré que estuvimos un buen rato hablando de cosas todas, de su hermana Mercedes de su hermano maestro de guitarra y, ambos se hallaban con nosotros presentes y tanto que con ellos hablamos y pasaban los minutos deprisa, muy deprisa; también habló con mi esposa y su hermano le preguntó al mío si le conocía porque sabía cosas de él. Y J. González me confesó que ella también es Paraíso; por lo que me quedé unos segundos pensando si acaso tendría algo de parentesco con aquel atleta de Salamanca y, a pesar de mis dudas no entré a indagar; estaba tan cómodo con la compañía de ellos que casi nos habíamos olvidado de mi hermano y Purificación que ponían cara de aburridos ya. ¡Qué gente más extraordinaria!