Subía al desván y, mientras ellos despertaban, yo curioseaba entre apeos rústicos, reliquias de un pasado aún muy próximo; seguían presentes el horno de elaborar el pan, la artesa y los bastidores de transformar la leche en deliciosos quesos; palas y rastrillos de madera con mango largo, muy largo y, una cosa muy rara, un improvisado protector casero para los dedos de las manos.