¡Qué
foto! ¡Qué
puertas! ¡Qué rostros! ¡Qué de recuerdos! ¡Rediez que reliquias! Y mi madre aún conservaba de esas sillas de enea y, algunas de ellas, con el culo remendado. Entre ellas había una muy chiquitina, casi al ras del suelo; seguramente la mía.