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LAGUNILLA: (foto de Pedro)...

(foto de Pedro)

VIAJE DE FIN DE SEMANA
Herencia romana
Por ALFREDO MERINO

Todo el sur de Salamanca es tierra de castaños. Tan obediente como generoso, este árbol llegó a éstas y otras latitudes ibéricas de la mano de los romanos, adaptándose sin inconvenientes a las más variadas circunstancias. Presentes en todo el septentrión peninsular, es al arrimo sur del intermitente Sistema Central donde subsisten desde entonces algunos de los más hermosos castañares españoles.

© Marga Estebaranz
En la provincia charra abundan en una amplia región que se extiende por los húmedos y protegidos territorios situados al pie de las serranías de Francia y de Béjar. Es en este tiempo cuando se presenta el mejor momento para recorrer estos bosques antaño domesticados y que ahora poco a poco vuelven a asalvajarse.

Hasta bien entrado el otoño el castaño no se decide a entregar su fruto. Cansado del largo estío, su hojarasca muestra entonces los variados tonos pardos y amarillos que son las canas de los árboles. Los erizones también han mudado el verde pálido por el marrón leñoso mientras sus púas, hace nada blandas y carnosas, ahora son fieras y dolorosas espinas.

Llegado el momento deciden dar el salto y alcanzar su apoteosis. Maduras y a punto, se sueltan las castañas de las ramas con una secreta cadencia que dura un par de semanas. Visitar en este tiempo el castañar es acostumbrarse a su estrépito continuo y exponerse a su punzante lluvia. Un riesgo baladí, en cualquier caso, si se compara con el beneficio que proporciona el caminar sobre esa alfombra preñada de blancos vientres abiertos de los que surgen las encendidas castañas.