EL DESTINO
Periódicos esfuerzos por hacer de la existencia personal un objetivo que encauce la gana de vivir, una justificación que permita aceptar el destino que nos reserva la providencia y que, por mucho que queramos huir de éste, siempre se presenta. El mundo que hallo tras la pantalla del ordenador, las posibilidades de guardar y archivar todo aquello que me gusta escribir; se identifican con aquel afán que tuve desde la más tierna infancia por narrar todo lo que despierta mi interés e inmortalizar esos momentos o sentimientos que fueron glosando una intención de vivir acorde con la naturaleza de mi sino. La perfección que antes encontraba en libros de gentes que habían seguido los destinos semejantes al mío hoy me la presentan páginas interminables de este invento tecnológico que tanto responde y acompaña como un fiel amigo sin exigencias, siempre predispuesto a que pulses el interruptor para, en cualquier momento del día, servirte de compañía e ilustrarte de todas aquellas cosas que un servidor ignora. Ya se puede acceder a la cultura del nivel que se estime desde casa, sin ceñirse a rigurosos horarios. Este intelecto doméstico lo sabe todo, lo corrige todo y, si te descuidas, te absorbe totalmente la vida y no ves más luz que la de esa pantalla.
Periódicos esfuerzos por hacer de la existencia personal un objetivo que encauce la gana de vivir, una justificación que permita aceptar el destino que nos reserva la providencia y que, por mucho que queramos huir de éste, siempre se presenta. El mundo que hallo tras la pantalla del ordenador, las posibilidades de guardar y archivar todo aquello que me gusta escribir; se identifican con aquel afán que tuve desde la más tierna infancia por narrar todo lo que despierta mi interés e inmortalizar esos momentos o sentimientos que fueron glosando una intención de vivir acorde con la naturaleza de mi sino. La perfección que antes encontraba en libros de gentes que habían seguido los destinos semejantes al mío hoy me la presentan páginas interminables de este invento tecnológico que tanto responde y acompaña como un fiel amigo sin exigencias, siempre predispuesto a que pulses el interruptor para, en cualquier momento del día, servirte de compañía e ilustrarte de todas aquellas cosas que un servidor ignora. Ya se puede acceder a la cultura del nivel que se estime desde casa, sin ceñirse a rigurosos horarios. Este intelecto doméstico lo sabe todo, lo corrige todo y, si te descuidas, te absorbe totalmente la vida y no ves más luz que la de esa pantalla.