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LAGUNILLA: NAVIDAD DULCE NAVIDAD...

NAVIDAD DULCE NAVIDAD

Falta una semana completa para honrar el nacimiento de nuestro Dios cristiano y mi casa está sin adornar. En un rincón de la despensa descansa el viejo abeto de otros años, las cajas con las figuras del nacimiento que siempre montamos. En alguna polvorienta caja de esas, que no me atrevo a buscar, deben de estar las cintas. Es un tanto engorroso moverse en las estrecheces de este trastero. Subir a la escala y tentar la suerte sin perder el equilibrio y los tocinos que a uno le sobran por este suelo; es un milagro. Pero habrá que hacerlo, ya que esta juventud de ahora (nuestros hijos) no muestran interés en lo más mínimo por entretenerse en ello. Y será como otros años: la mesita de camping soportará el nacimiento y aquel molino automático que recoge y suelta el agua cuando damos una palmada o suena un pequeño golpe. El abeto irá en el recibidor, como siempre, a la entrada de casa. Con sus abigarrados elementos ornado en bolas, cintas; serpentinas y estrellas. Prismas y saludos de tanta gente buena. Así lo veremos todos hasta el día de reyes, con luces intermitentes de rojo, verde y azul; amarillo y claros destellos que, al igual que en nuestro Belén, despiertan alegría inmensa.
Ya los niños no son niños. Ahora están sumidas sus atenciones sobre otros temas, otras inquietudes que los alejan de nuestro reclamo; parecen extraviados en sus cuartos cerrados, como si se hubieran mudado extraños vecinos. Un día les pongo letra en sus puertas (A, B, C) como a los pisos de nuestro rellano. Parecen que pasan de todo pero no es así. A mí me gusta enfatizar las cosas. Tienen muy buen corazón pero actúan con mucha parsimonia en estos temas. No muestran ese fervor voluntario que tenían antes y, en sus diligencias, falla el entusiasmo. Ya no son aquellos niños que despertaban sobresaltados para buscar sus juguetes y, tras abrir los embalajes, sorprendía verlos jugar con lo que menos nos esperábamos; las cajas. Quizás tienen demasiado. Son los nietos mayores, los primeros sobrinos de mis cuñados; son mis más preciados tesoros y los de mi esposa (su madre) ¿qué les va a faltar? Y el fin de nuestro interés y de nuestras vidas no tendría sentido sin ellos.
La navidad, nueva luz para nuestros queridos niños, un día en el que son los principales de la sociedad adulta, los festejados y servidos. Un momento tan sublime que todos nos volvemos niños.