HORAS DE ABURRIMIENTO EN LAGUNILLA
Incontables días de vacaciones perdidos. Sucede que mi pueblo natal vive siempre ocupado en vicisitudes que, bien por el ganado o por el campo, secuestran a mis amigos de compañía cuando me hallo de vacaciones en él. Y salgo de la vieja casa de mis ancestros buscando dónde distraer mi tiempo. Esto me sucedía por aquel entonces, cuando aún acostumbraba acompañar a mis padres a pasar los veranos y primaveras; en mi floreciente y plena juventud. No era fácil juntarse por las mañanas de no ser que me implicara en sus labores y aceptara cooperar con aquellos amigos que, de forma intermitente, me aportaban compañía. Así, fortuitamente, aprendí cómo acercarme a ese mundo rural que tan olvidado tenemos en nuestras ciudades. Mi amigo Guillermo me mostró la habilidad de ordeñar a mano, de contactar con aquellos animales que sólo verlos causaban un pequeño terror acercase a ellos. Los potros, las vacas; las mulas y burros, yeguas y perros; un sinfín de animales muy conocidos pero poco tratados en el destino que me repartió la suerte. Los encuentros que tuve con mi pueblo fueron y han sido siempre una deliciosa aventura.
Algunas tardes mataba el tiempo vagabundeando por sus calles y sorprendía las fuentes y lavaderos vacios. Era la hora de la siesta, ese rato que se ofrecen partidas de tute; pero mis neuronas no me dejaban quieto, ponderaba más el ansia de vivir, retozar con este universo tan nuevo e intrigante. En todas esas fuentes metí mi cabeza, en todas las pozas metí los pies y, cuando ya no sentía atracción por ellas, arrastraba mis pasos hacia El Balcón de Extremadura, me subía en sus peñas y fantaseaba. También pateaba las piedras de su ladera sur y despertaba a los alacranes. En una soledad absoluta, en la que siempre me dejo acompañar. Se podría decir que soy un solitario y casi no me importa. Es algo que siempre me ha acompañado y que yo le achaco a mi carácter algunas veces pero, me sorprendo, por la habilidad que acostumbro tener relacionándome. Eso sí…me gusta reflexionar y para ello no hay mejor cosa que estar solo.
Saludos para mi pueblo
Pedro G. G.
Incontables días de vacaciones perdidos. Sucede que mi pueblo natal vive siempre ocupado en vicisitudes que, bien por el ganado o por el campo, secuestran a mis amigos de compañía cuando me hallo de vacaciones en él. Y salgo de la vieja casa de mis ancestros buscando dónde distraer mi tiempo. Esto me sucedía por aquel entonces, cuando aún acostumbraba acompañar a mis padres a pasar los veranos y primaveras; en mi floreciente y plena juventud. No era fácil juntarse por las mañanas de no ser que me implicara en sus labores y aceptara cooperar con aquellos amigos que, de forma intermitente, me aportaban compañía. Así, fortuitamente, aprendí cómo acercarme a ese mundo rural que tan olvidado tenemos en nuestras ciudades. Mi amigo Guillermo me mostró la habilidad de ordeñar a mano, de contactar con aquellos animales que sólo verlos causaban un pequeño terror acercase a ellos. Los potros, las vacas; las mulas y burros, yeguas y perros; un sinfín de animales muy conocidos pero poco tratados en el destino que me repartió la suerte. Los encuentros que tuve con mi pueblo fueron y han sido siempre una deliciosa aventura.
Algunas tardes mataba el tiempo vagabundeando por sus calles y sorprendía las fuentes y lavaderos vacios. Era la hora de la siesta, ese rato que se ofrecen partidas de tute; pero mis neuronas no me dejaban quieto, ponderaba más el ansia de vivir, retozar con este universo tan nuevo e intrigante. En todas esas fuentes metí mi cabeza, en todas las pozas metí los pies y, cuando ya no sentía atracción por ellas, arrastraba mis pasos hacia El Balcón de Extremadura, me subía en sus peñas y fantaseaba. También pateaba las piedras de su ladera sur y despertaba a los alacranes. En una soledad absoluta, en la que siempre me dejo acompañar. Se podría decir que soy un solitario y casi no me importa. Es algo que siempre me ha acompañado y que yo le achaco a mi carácter algunas veces pero, me sorprendo, por la habilidad que acostumbro tener relacionándome. Eso sí…me gusta reflexionar y para ello no hay mejor cosa que estar solo.
Saludos para mi pueblo
Pedro G. G.