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LAGUNILLA: PATÉ DE JAMÓN IBÉRICO EN LA ALBERCA (fin)...

PATÉ DE JAMÓN IBÉRICO EN LA ALBERCA (fin)
Entrar en La Alberca no tiene pérdida alguna, se topa uno sin querer; a ras de toda dirección y es de paso obligado. Era mucha la publicidad que se ha hecho de este pueblo para soslayarlo. Camisetas timbradas de llamadas, mensajes alusivos en el souvenir. Tiendas hallé de todo ello y, para codiciosos buches, los había de quesos, chorizos; morcones… Ay, señor mío; qué sí buen hombre, que también tenían ibéricos los lomos y, cómo no, deliciosos jamones. Curiosidades históricas, por haberlas… ahí están. Cuatro curiosas casas, unos pórticos que admirar, plazuelas e iglesia imprescindibles para el culto de estas gentes charras. Cómo en cualquier otro lugar. A mí me atrae más la gastronomía que el arte de admirar. Así que fije el interés en las pocas mozas que allí se podían averiguar. Una anciana despachando untuoso queso en aceite y, al oírle la voz agriada, pensé que no le pagaban; que le molestaba vender. Algunas librerías buscamos con ánimo de hallar leyendas que identifiquen este lugar. Todas ellas cerradas. Volvimos hacia los quesos rancios y probamos comprar. Arisco recibimiento que con curiosidad quise cambiar. Pregunté por unas bandejas que confesaban ser paté. Extraño nombre para un jamón molido, eso mismo veía yo; sin ningún atisbo de hígados y grasas, ni por aparente sensación que diera crédito a tal producto; al menos en su elaboración. ¡Mira que fui tonto! Con todas mis dudas lo compré. Y un jamón ibérico de bellota, también me llevé. Pagué a “toca teja” buscando la sonrisa de esta tediosa mujer y ¡caramba! Ha sonreído. Me parece que me engañó… dudando me quedé.
No puja la competencia en pueblos tan pequeños. A penas la hay. Nos trajo hasta aquí la certidumbre de que merecía mucho la pena contemplar antiguas edificaciones y, aunque sí que las tienen; no sorprendió apenas y, el ambiente comercial, escaso para la llamada que tiene desde otras provincias.
En El Cabaco nos reunimos con nuestra vecina Flora. A dos kilómetros y poco más de La Alberca. Compartimos la tarde.
El paté no era paté. ¡Era simple picadillo de jamón! Me lo temí siempre y, porque soy curioso hasta la saciedad, no podía dejar sin degustar así el jamón.

P. G. G.

Un saludo a mi pueblo