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LAGUNILLA: CUANDO EL HAMBRE APRIETA CRECE EL INGENIO (parte segunda)...

CUANDO EL HAMBRE APRIETA CRECE EL INGENIO (parte segunda)

Ya nos contaba mi madre, recordando hambres pasadas, de aquellos manojos de espárragos que puerta a puerta llevaba. Ofrecía lo que podía trocar, poca cosa cambiaba; volvía con morcilla o chorizo que a otras bocas les sobraba. Qué nunca quiso mendigar (decía) porque la dignidad y el orgullo bastaban; para aquellas manos sin pan… la naturaleza. El que salía a buscar siempre hallaba. Y bien podía valerse del trueque aquel que más madrugaba. Y mirando hoy las fotos de antaño, compruebo famélicos rostros, pero no por ello son frágiles sino prácticos y diligentes; pues no le sobran las grasas del vago y con garbo me parecen. Vasta tierra representan sus somáticas caras y sufridos veo los rostros de esa gente mía que subsiste como puede, haciendo frente a sus destinos con templado honor y principios resabidos por heredados y sin perder la alegría que, seguro, Dios les ha dado.

Restaba arrojo y decisión aquel día ¡maldita sea! para alejarnos de esta inolvidable tierra de hombres y mujeres ellas. Para recorrer un destino de abundancia estable que así, decía mi tío, nos diera seguridad. Y todo el pueblo se movía de aquí para allá. Buscando y retornando sin nada. Porque nada valemos sin tierra nuestra, sin raíces no somos el árbol por muchos frutos que este tenga; el origen de nuestra felicidad siempre fue aquel terruño de áridas cosechas, el espejo en el que se mira nuestra alma; aunque nos colmen de riquezas.