[Tuveras]
CORTINAS PARA LAS MOSCAS
Hubo una época en la que todas las casas, sobre todo en verano, colgaban en sus puertas de entrada unas cortinas de listones que, unas veces de plástico y otras de latón o níquel (por la ligereza de su peso) dejaba o pretendía obstruir la visita de las moscas. Nosotros teníamos de plástico y alambre (unos canutillos encadenados que recorrían con alternancia de colores el listón de guía). Aún recuerdo el delicado sonido que producían unos listones con otros al entrar o salir y, en ocasiones, se filtraba alguna de aquellas impertinentes moscas.
¡No enredes con las cortinas! – Se lamentaban los que comían dentro, sobre una gran mesa que teníamos en el patio-. Y es que, cuando se es aún niño, gusta de enredar con ese tacto; un masaje que se discurre entre los dedos al dejar deslizarse con pausa y sobre ellos los segmentados eslabones. Era como estar contando las cuentas de nácar de un rosario.
Ya no se llevan apenas, no hace falta. No transitan los burros ni las vacas por nuestras calles tal la pisaban entonces dejando “sus plastas”. Ni tampoco se vierten las jofainas ni los orinales al asomo de la ventana. Nuestro pueblo se ha vuelto tan limpio que apenas se encuentran ya moscas. Ay de aquella vida del pasado, sin cuartos de aseo ni aguas corrientes; de cántaros que vienen y van a las fuentes. Nostalgia me queda de esas libertades de un pueblo, pueblo; en el que apenas se pagaban gastos de estos nobles usos. A veces me pregunto: si tan sólo usaban palanganas ¿cómo nos lavaban el culo?
Un cordial saludo
CORTINAS PARA LAS MOSCAS
Hubo una época en la que todas las casas, sobre todo en verano, colgaban en sus puertas de entrada unas cortinas de listones que, unas veces de plástico y otras de latón o níquel (por la ligereza de su peso) dejaba o pretendía obstruir la visita de las moscas. Nosotros teníamos de plástico y alambre (unos canutillos encadenados que recorrían con alternancia de colores el listón de guía). Aún recuerdo el delicado sonido que producían unos listones con otros al entrar o salir y, en ocasiones, se filtraba alguna de aquellas impertinentes moscas.
¡No enredes con las cortinas! – Se lamentaban los que comían dentro, sobre una gran mesa que teníamos en el patio-. Y es que, cuando se es aún niño, gusta de enredar con ese tacto; un masaje que se discurre entre los dedos al dejar deslizarse con pausa y sobre ellos los segmentados eslabones. Era como estar contando las cuentas de nácar de un rosario.
Ya no se llevan apenas, no hace falta. No transitan los burros ni las vacas por nuestras calles tal la pisaban entonces dejando “sus plastas”. Ni tampoco se vierten las jofainas ni los orinales al asomo de la ventana. Nuestro pueblo se ha vuelto tan limpio que apenas se encuentran ya moscas. Ay de aquella vida del pasado, sin cuartos de aseo ni aguas corrientes; de cántaros que vienen y van a las fuentes. Nostalgia me queda de esas libertades de un pueblo, pueblo; en el que apenas se pagaban gastos de estos nobles usos. A veces me pregunto: si tan sólo usaban palanganas ¿cómo nos lavaban el culo?
Un cordial saludo