Mi padre con sombreo de fieltro siempre en su cabeza, parecía hombre importante y, lo era, a falta de otras riquezas. Portaba un perfil interesante siempre, empeñado en vestir corbata, pantalón y su chaqueta; aire estiradillo no le faltaba… presuntuoso más que cualquiera. No usaba de buzos ni bombachos para cavar con azadón la tierra. Llevaba una existencia humilde pero, sólo si hablamos de “perras”; dineros no le sobraban. Y era jocoso entonces, de una gallarda presencia; ducho para el trabajo y zahorí para la tierra. Hombre de genio serrano, rudo a veces; como cualquiera. Culto en el campo sin libros, lo de él es pura ciencia de años y generaciones que han recorrido sus venas.