Hacía unas horas que me incorporé al trabajo después de rendir sudores en el gimnasio cuando Juan (hijo del marqués de Moso) llegó a por sus compras.
- ¡Buenos días Juan! Ya me ha dicho Pedro que hoy te ha dado de lo lindo-. Mi patrón, que sabía que nos juntábamos en el kárate, quiso estar gracioso y me sacó los colores. Yo, con la cara como un tomate, me hice el sordo y seguí deshuesando la aguja de medio ternero sobre la mesa y pensando: “Qué metedura de pata”. No le había dicho nada a Gabriel sobre nuestro combate y, casualmente, a pesar de que Juan era cinto marrón, tuvo mal día conmigo.
- ¡Ah… sí! hoy ha estado muy fino. Tiene mucho nivel -. Reía y no se molestaba. Entonces fui recuperando el color y el valor para asomarme y cambiar con él saludos. Y, cuando se fue, le puse al corriente al patrón que ya lamentó lo sucedido. Pero nos pegamos una panzada a reir.
- ¡Buenos días Juan! Ya me ha dicho Pedro que hoy te ha dado de lo lindo-. Mi patrón, que sabía que nos juntábamos en el kárate, quiso estar gracioso y me sacó los colores. Yo, con la cara como un tomate, me hice el sordo y seguí deshuesando la aguja de medio ternero sobre la mesa y pensando: “Qué metedura de pata”. No le había dicho nada a Gabriel sobre nuestro combate y, casualmente, a pesar de que Juan era cinto marrón, tuvo mal día conmigo.
- ¡Ah… sí! hoy ha estado muy fino. Tiene mucho nivel -. Reía y no se molestaba. Entonces fui recuperando el color y el valor para asomarme y cambiar con él saludos. Y, cuando se fue, le puse al corriente al patrón que ya lamentó lo sucedido. Pero nos pegamos una panzada a reir.