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LAGUNILLA: Seguiría contando muchas más cosas con ánimo de aportar...

Seguiría contando muchas más cosas con ánimo de aportar algo nuevo a este foro pero (las sensaciones propias) es posible que os estéis aburriendo. Así pues, me permito el gusto de terminar estos nuevos relatos; os daré lo último:

Cuando llegué al pueblo disfruté de lo lindo con algunas de esas aventuras ya editadas hasta la saciedad. Sólo hubo un cambio inesperado… regresé tan enamorado como triste. Estaba escrito en mi destino que debía pasar por ese ciclo tan natural en la pubertad. Indigesta relación ésta, tan acusada de separación; enmarcada en espacios de estaciones y distancias insalvables por las circunstancias de aquellos momentos. Los amores de verano… Quizás evolucioné en lo psíquico aquel año. Lo considero porque empecé a tener en cuenta detalles que jamás tuve en consideración. Ello fueron objetivos de economía, sinceridades que me presto a contar porque descubrí humanidad y respeto entre aquellas gentes que fueron testigos de este hermoso cambio.

Gabriel intuía que me pasaba algo. Mis silencios eran preocupantes y, por desgracia, no podía disimular mi tristeza. Pero jamás me preguntó, simplemente colaboró con mis intereses. Un día me acerqué a solicitar una plaza de trabajo en una empresa destinada a la construcción (pagaban mejor que de carnicero) y conseguí un puesto para empezar a los cinco días de mi entrevista. Se lo dije a Gabriel y le razoné mi interés por ganar más dinero. Al día siguiente (tras confesarme que había estado haciendo cuentas) me ofreció todo lo que él podía pagarme de subida y, aunque no se llegaba por más de cinco mil pesetas al contrato que iba a emprender, su gesto me debilitó y accedí a seguir siendo carnicero. Volví hablar con el contratista de la construcción y, muy sorprendido por que hubiese dado la cara, me lo agradeció y me propuso que fuese cuando fuese, si alguna vez yo volvía a necesitar trabajo, que ahí contaban conmigo; me estrechó la mano todo enérgico y admirado por mi gesto. No hizo falta. A los meses, mientras yo estaba despedazando unas carnes, el ojeaba el periódico y me llamó.

- ¡Mira Pedro! Este puesto de carnicería te viene que ni pintado. –Era una oferta en un supermercado de la CAMSA, ubicado en el mercado municipal de Pamplona. Pero yo no tenía los conocimientos adecuados para llevar la contabilidad adecuada y marqué los “peros y temores” que albergaba.

- No te preocupes yo te ayudo con lo que no entiendas de gestión, el resto lo tienes muy bien aprendido.

Me convenció y me presenté. No vieron muy a mi favor el que yo fuera tan joven y, no era lo menos; aún tenía que pasar por el servicio militar en breves años (dos a lo mucho). Se lo comunique a este buen patrón y, cuando terminé de hablar se sonrió.

-Me han llamado para pedir informes sobre ti.- ¡Qué demonios! Entonces aún existen posibilidades. Al día siguiente ya estaba firmando el contrato.