BORRICOS PARA AMAR
Yo recuerdo antaño a estos deliciosos animales, esa satisfacción de seguridad ante su sublime docilidad. Subido sobre el aparejo comenzaba yo a soñar: “ser un hidalgo caballero” del ingenioso Miguel de Cervantes. No más sobre aquel burro de Tío Juan, rocín de mente infante, cabía viajar a otros mundos de delirios épicos y aventuras de las que me veía siempre triunfante. Cuánto cariño daban los rucios amigos.
Una vez le hice correr a un burro viejo y remolón. Yo iba montado sobre él. Cuando me apeé de sus lomos, en un descuido, sentí su aliento en la oreja y me volví hacia él. Tío Juan reía y averiguó que le hice correr.
¡Ten cuidado muchacho! Este animal ya es muy mayor y, aunque no lo creas, son muy listos; te la guardará. Hoy te has salvado que te mordiera la oreja pero… se acordará.
Pedro G. G. les desea que sean felices y se animen a participar en nuestro foro.
Yo recuerdo antaño a estos deliciosos animales, esa satisfacción de seguridad ante su sublime docilidad. Subido sobre el aparejo comenzaba yo a soñar: “ser un hidalgo caballero” del ingenioso Miguel de Cervantes. No más sobre aquel burro de Tío Juan, rocín de mente infante, cabía viajar a otros mundos de delirios épicos y aventuras de las que me veía siempre triunfante. Cuánto cariño daban los rucios amigos.
Una vez le hice correr a un burro viejo y remolón. Yo iba montado sobre él. Cuando me apeé de sus lomos, en un descuido, sentí su aliento en la oreja y me volví hacia él. Tío Juan reía y averiguó que le hice correr.
¡Ten cuidado muchacho! Este animal ya es muy mayor y, aunque no lo creas, son muy listos; te la guardará. Hoy te has salvado que te mordiera la oreja pero… se acordará.
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