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LAGUNILLA: DE HIGOS A BREVAS...

DE HIGOS A BREVAS

Teníamos proyectado comer en la finca que tiene en El cerro pero con la incipiente lluvia cambiamos de planes. Nos fuimos a matar el tiempo en los barecillos de ese pueblo, unos orujos y unas cervezas que se me iban amontonando. En plena charla con unos y otros conocidos de mi hermano, con birra va y viene, alguien tuvo el ánimo de echar una partida de cartas. La berisca, el mús no tenía plaza en nuestra cultura; en fin, que aún y todo yo advertí que eso se avisaba con tiempo. Pues mi cabeza ya estaba muy cargada como para pensar y llevar cuenta de las cartas que van saliendo. Más cervezas. La primera mano ganamos pero… ¡Habrá que echarle la culpa a las cartas! Nos empataron y, a la siguiente, pagamos nosotros las rondas. Siempre dije que soy afortunado en amores, la suerte es algo que me huye.

Llegamos al punto de empezar a guisar y me pidieron consejo. Un arroz con cordero y, en un descuido, va y echan sobras de caldo con tropezones de pescado. Ya la hemos liado (me dije) y miré a mi esposa que es la más escrupulosa y delicada en estas mezcolanzas raras. En fin, cuando se está de invitado, hay que superar ciertas pruebas gastronómicas. De entrada dimos cuenta de unos langostinos cocidos y, tras el arroz, dos rastras de costilla de cerdo muy bien asadas al horno. Más chupito de aguardiente y café.

Serían las dieciséis treinta de la tarde cuando mi hermano me llamó:

- ¡Arrima aquí los pies!- Tan imperativo como extraño pero, farfullando recelosidades accedí a juntar los pies y, con una escoba en la mano se precipitó a darme dos pasadas sobre mis botas con irónica sonrisa.

Nos vamos al pozo de Los Horcos mientras ellas sestean.

Pedro G. G. les invita a otra aventura