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DESDE LA IMAGINACIÓN A LA REALIDAD: LOS HORCOS (5)
Mira Pedro, eso de la izquierda son Los Borbollones y, si miras allá un poco más arriba… No, hombre no, más a la izquierda ¿No ves esos pinos? Allí fue donde estuvimos la otra vez, en la torre del vigilante de incendios ¿te acuerdas? - ¡Ah sí! aquel día que estaba de guardia el hijo de Juana, la prima de madre; el que no quería que le sacase una foto y se metía para adentro huyendo.- Pasábamos sobre unas piedras donde tuvimos que dar un gran paso para salvar el agua del arroyo y situarnos en la otra cara del mismo. Me transfería una descripción de lo que nos quedaba para alcanzar la altura del pozo. Un acceso escalonado sobre pura cantera rasgada de aristas y hendiduras, con algún corto tramo de raso nivelado que, en aquel momento, me venía de perlas para dejar que mi tenso músculo de la pierna se relajara y recobrara más elasticidad; pues la bajada hasta aquí me dejó un tembleque involuntario de tanta presión. Ya lo he reiterado hasta la saciedad el hecho de mi baja forma física.
Llegamos enseguida. No era un caudal tan caudaloso como el que esperaba encontrar. Las escasas precipitaciones tenían parte de responsabilidad por su actual estado. No obstante se dejaba apreciar un escueto chorro que, despegándose de la cantera, daba fe a una curiosa cascada que alimentaba aquel misterioso pozo.
Les deseo una buena sombra a todos ustedes para paliar estos calores de Mayo. Con mis saludos para siempre: Pedro G. G.
Mira Pedro, eso de la izquierda son Los Borbollones y, si miras allá un poco más arriba… No, hombre no, más a la izquierda ¿No ves esos pinos? Allí fue donde estuvimos la otra vez, en la torre del vigilante de incendios ¿te acuerdas? - ¡Ah sí! aquel día que estaba de guardia el hijo de Juana, la prima de madre; el que no quería que le sacase una foto y se metía para adentro huyendo.- Pasábamos sobre unas piedras donde tuvimos que dar un gran paso para salvar el agua del arroyo y situarnos en la otra cara del mismo. Me transfería una descripción de lo que nos quedaba para alcanzar la altura del pozo. Un acceso escalonado sobre pura cantera rasgada de aristas y hendiduras, con algún corto tramo de raso nivelado que, en aquel momento, me venía de perlas para dejar que mi tenso músculo de la pierna se relajara y recobrara más elasticidad; pues la bajada hasta aquí me dejó un tembleque involuntario de tanta presión. Ya lo he reiterado hasta la saciedad el hecho de mi baja forma física.
Llegamos enseguida. No era un caudal tan caudaloso como el que esperaba encontrar. Las escasas precipitaciones tenían parte de responsabilidad por su actual estado. No obstante se dejaba apreciar un escueto chorro que, despegándose de la cantera, daba fe a una curiosa cascada que alimentaba aquel misterioso pozo.
Les deseo una buena sombra a todos ustedes para paliar estos calores de Mayo. Con mis saludos para siempre: Pedro G. G.