CALLE PUNTA BRAVA (2)
La curiosidad de conocer, identificar esas casas que tan nombradas veces caían sobre mis oídos, nos hizo tomar un estrecho callejón que desembocaba en las proximidades de la calle Submarino. ¡Ay, Vicente! Vi tu casa… la segunda puerta de la derecha (casi en esquina con mi calle) ¿Cómo pudiste pintar de tan feo color esa puerta? No contestes. Sigue leyendo amigo, ya hablaremos. La casa del pregonero es preciosa, denota distinguida alcurnia. Más delante de ella (ya buscando el callejón) está la de mi tía Ángela y, de enfrente, en esa peculiar plaza; esta la que, en muchos años atrás, también fue mi casa. Ahí vivimos hasta que nos mudamos a la de mi abuela María Garrido en Salas Pombo; la que tuvo como puntal aquella famosa pila maldita que ahora para en la iglesia (debió de pertenecer a una de nuestras desaparecidas ermitas).
Cuentan que entre las ruinas alguien halló una pila, que no sabiendo darle buen uso, la instaló en su pocilga. Ahí hozaban los cerdos todas sus comidas. Debió de enfadarse Dios (dicen o piensan en justificación) porque todo infeliz animal que allí comió, al poco falleció; algunas pestes porcinas se han dado siempre. Pero que se reitere en estas claves no. Así surgió esta inefable leyenda de la que tanto se abominó. Con el tiempo acabó en mi casa en la base de un puntal que sujetaba un extremo de nuestro balcón.
La curiosidad de conocer, identificar esas casas que tan nombradas veces caían sobre mis oídos, nos hizo tomar un estrecho callejón que desembocaba en las proximidades de la calle Submarino. ¡Ay, Vicente! Vi tu casa… la segunda puerta de la derecha (casi en esquina con mi calle) ¿Cómo pudiste pintar de tan feo color esa puerta? No contestes. Sigue leyendo amigo, ya hablaremos. La casa del pregonero es preciosa, denota distinguida alcurnia. Más delante de ella (ya buscando el callejón) está la de mi tía Ángela y, de enfrente, en esa peculiar plaza; esta la que, en muchos años atrás, también fue mi casa. Ahí vivimos hasta que nos mudamos a la de mi abuela María Garrido en Salas Pombo; la que tuvo como puntal aquella famosa pila maldita que ahora para en la iglesia (debió de pertenecer a una de nuestras desaparecidas ermitas).
Cuentan que entre las ruinas alguien halló una pila, que no sabiendo darle buen uso, la instaló en su pocilga. Ahí hozaban los cerdos todas sus comidas. Debió de enfadarse Dios (dicen o piensan en justificación) porque todo infeliz animal que allí comió, al poco falleció; algunas pestes porcinas se han dado siempre. Pero que se reitere en estas claves no. Así surgió esta inefable leyenda de la que tanto se abominó. Con el tiempo acabó en mi casa en la base de un puntal que sujetaba un extremo de nuestro balcón.
Hola Pedro. Veo, leo, que con tus comentarios, viajes relatados al viejo estilo y demás mantienes esto a tope. Si recoges al final tus aportaciones te sale casi un libro de memorias.
Espero poder hacer alguna aportación nueva pero por el momento los archivos dan poca "leche" de Lagunilla.
Un saludo a todos.
Espero poder hacer alguna aportación nueva pero por el momento los archivos dan poca "leche" de Lagunilla.
Un saludo a todos.