MI GRAN AMIGO GUILLERMO (8ª entrega)
Toda juventud exige de caminos nuevos, retos o mera curiosidad que le ponen a prueba; generalmente es en una edad específica en la que la pubertad ofende, y el hombre quiere salir fuera, enfrentar la vida a solas.
Nunca supe con seguridad por qué mi amigo terminó en casa de mi hermana y no en la mía (quiero decir la de mis padres), cuando decidió venirse a Pamplona. El me confesó una vez que fue un error, que hubiese preferido hospedarse conmigo en vez de con Urbana y mi sobrino. Mi sobrino es casi de nuestra edad y, por fortuna, vivían allá, junto a su casa de Plaza Mayor (me refiero a esas fechas de verano y antes; cuando aún regentaba mi cuñado la ebanistería). El caso es sospechoso pero se sostiene en base a una larga amistad: Urbana y Pilar siempre fueron amigas desde la infancia. Es de suponer que la madre de mi amigo le propusiese a mi hermana que se hiciera cargo de Guillermo mientras éste estuviese en Navarra. Para Pilar era la persona en la que más confiaba y, las madres, ya se sabe dónde tienen el corazón.
Toda juventud exige de caminos nuevos, retos o mera curiosidad que le ponen a prueba; generalmente es en una edad específica en la que la pubertad ofende, y el hombre quiere salir fuera, enfrentar la vida a solas.
Nunca supe con seguridad por qué mi amigo terminó en casa de mi hermana y no en la mía (quiero decir la de mis padres), cuando decidió venirse a Pamplona. El me confesó una vez que fue un error, que hubiese preferido hospedarse conmigo en vez de con Urbana y mi sobrino. Mi sobrino es casi de nuestra edad y, por fortuna, vivían allá, junto a su casa de Plaza Mayor (me refiero a esas fechas de verano y antes; cuando aún regentaba mi cuñado la ebanistería). El caso es sospechoso pero se sostiene en base a una larga amistad: Urbana y Pilar siempre fueron amigas desde la infancia. Es de suponer que la madre de mi amigo le propusiese a mi hermana que se hiciera cargo de Guillermo mientras éste estuviese en Navarra. Para Pilar era la persona en la que más confiaba y, las madres, ya se sabe dónde tienen el corazón.