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MI GRAN AMIGO GUILLERMO (9ª entrega)
El valor o el atrevimiento de tomar las riendas de nuestra vida en plena adolescencia, en la fase terminal de la pubertad; no siempre da los frutos que el sujeto en cuestión espera.
Quizás este gran amigo pensó que iba a manejar más dinero que lo que se acostumbra en el seno familiar (pienso yo). Y se decepcionó cuando pudo cotejar los gastos con su diminuta rentabilidad. Nunca se paga bien a un aprendiz. La manutención y el techo que le daban, por el afecto personal, se lo cuadraban rasando el ciento por ciento de lo que cobraba. Aunque de alguna forma siempre se obviaba la necesidad de esos pequeños gastos que todo joven necesita para pasar los días de asueto. La paga no le faltaba. Y, en principio, con tantos cambios en su nueva situación le habrían dejado tan descentrado de esa otra realidad económica que apenas acusaba los efectos y, hasta que no hubiesen pasado unos largos meses, no se daría de cuenta de su pírrico esfuerzo. ¡Qué mala edad es esa para emanciparse!.
El valor o el atrevimiento de tomar las riendas de nuestra vida en plena adolescencia, en la fase terminal de la pubertad; no siempre da los frutos que el sujeto en cuestión espera.
Quizás este gran amigo pensó que iba a manejar más dinero que lo que se acostumbra en el seno familiar (pienso yo). Y se decepcionó cuando pudo cotejar los gastos con su diminuta rentabilidad. Nunca se paga bien a un aprendiz. La manutención y el techo que le daban, por el afecto personal, se lo cuadraban rasando el ciento por ciento de lo que cobraba. Aunque de alguna forma siempre se obviaba la necesidad de esos pequeños gastos que todo joven necesita para pasar los días de asueto. La paga no le faltaba. Y, en principio, con tantos cambios en su nueva situación le habrían dejado tan descentrado de esa otra realidad económica que apenas acusaba los efectos y, hasta que no hubiesen pasado unos largos meses, no se daría de cuenta de su pírrico esfuerzo. ¡Qué mala edad es esa para emanciparse!.