OCASO ESTIVAL
¡Qué respiro! Llega la tarde al pueblo, la luna asoma la cara; sonríe a las estrellas que tiemblan muy lejanas, les anuncia que el sol no quema y el fuego ya está marchito. Por fin subimos las persianas y, los que moraban en las sombras, respiran la brisa que llega del bosque; con alguna suerte también del río. ¡Qué hermosa es la tarde del verano! Cuando el Sol se ha escondido. Vecinos en los balcones y mujeres recogiendo ropa seca de los tenderetes; pinzas y cigarros humeantes que ocupan un espacio, chicuelos que regresan de sus piscinas; mochilas sobre las espaldas con largos brazos caídos. Manos blandas y mal cerradas con plegadas sillas y arrastrando pies cansinos. Llegan a las puertas de casa, se topan con los que salen jocosos, portando en mano su bocadillo; hay quien prefiere la calle a esas horas… cuando el sol ya se ha ido.
Pedro G. G. les desea buenas noches.
¡Qué respiro! Llega la tarde al pueblo, la luna asoma la cara; sonríe a las estrellas que tiemblan muy lejanas, les anuncia que el sol no quema y el fuego ya está marchito. Por fin subimos las persianas y, los que moraban en las sombras, respiran la brisa que llega del bosque; con alguna suerte también del río. ¡Qué hermosa es la tarde del verano! Cuando el Sol se ha escondido. Vecinos en los balcones y mujeres recogiendo ropa seca de los tenderetes; pinzas y cigarros humeantes que ocupan un espacio, chicuelos que regresan de sus piscinas; mochilas sobre las espaldas con largos brazos caídos. Manos blandas y mal cerradas con plegadas sillas y arrastrando pies cansinos. Llegan a las puertas de casa, se topan con los que salen jocosos, portando en mano su bocadillo; hay quien prefiere la calle a esas horas… cuando el sol ya se ha ido.
Pedro G. G. les desea buenas noches.