UN DÍA ENTRE GENTE MARAVILLOSA (sexta entrega)
¡Qué pereza tienen algunos! Ahí, pelando cuatro patatas ¡Claro se ve! Claro cómo el agua. Basta mirar el poco brío y esa cara… achaflanada; hundida si cabe y con mala gana. Pocas veces que son ahora escasez de destreza y maña. La cocina gusta a todos, en tanto sea meter ideas y caprichos al guiso; pero, de mondar y pelar, ni una vaina. Así marcaba el ritmo este equipo de casa. Tuve yo que entrar de lleno a ello y, apartando herramienta buena, cortar deprisa y organizar el mando: esa perola, ese cacharro… El fuego ya está dando, el aceite hirviendo. ¿No se quemará la cebolla? ¡Deja más bajo ese fuego! Y trocito a trocito va quedando todo cortadito y dispuesto. Echamos primero la carne, después un brandi del bueno; que se doren los trocitos despacio mientras fumo un purito y vuelvo.
En la calle se asoman caras tan conocidas como el recuerdo: Miguel y Gregorio (coquillos), “Purí” del difunto Juan y Paco; Ricardo coge su bicicleta e invita visitar la nueva casa. Tiré corriendo hacia la cocina, con apuro si soy confeso; llegaba olor suave a quemado y era de mi puchero.
¡Qué pereza tienen algunos! Ahí, pelando cuatro patatas ¡Claro se ve! Claro cómo el agua. Basta mirar el poco brío y esa cara… achaflanada; hundida si cabe y con mala gana. Pocas veces que son ahora escasez de destreza y maña. La cocina gusta a todos, en tanto sea meter ideas y caprichos al guiso; pero, de mondar y pelar, ni una vaina. Así marcaba el ritmo este equipo de casa. Tuve yo que entrar de lleno a ello y, apartando herramienta buena, cortar deprisa y organizar el mando: esa perola, ese cacharro… El fuego ya está dando, el aceite hirviendo. ¿No se quemará la cebolla? ¡Deja más bajo ese fuego! Y trocito a trocito va quedando todo cortadito y dispuesto. Echamos primero la carne, después un brandi del bueno; que se doren los trocitos despacio mientras fumo un purito y vuelvo.
En la calle se asoman caras tan conocidas como el recuerdo: Miguel y Gregorio (coquillos), “Purí” del difunto Juan y Paco; Ricardo coge su bicicleta e invita visitar la nueva casa. Tiré corriendo hacia la cocina, con apuro si soy confeso; llegaba olor suave a quemado y era de mi puchero.