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LAGUNILLA: UN DÍA ENTRE GENTE MARAVILLOSA (última entrega)...

UN DÍA ENTRE GENTE MARAVILLOSA (última entrega)

Ya amaneció de nuevo con sol. Es viernes. Recuerdo que hoy ponen el mercado en la Plaza de Salamanca; frente al ayuntamiento. Cogí la cámara y partimos para allá. Ellos, mis acompañantes, se quedaron comprando pan mientras yo me acerqué al estanco. Luego prefirieron ir andando y me dejaron solo buscando un aparcamiento más cercano y bajo sombra. ¡Fantástico! Esta vez había de todo. Era temprano, poca gente compadecía a esta cita hasta que ya se cerraba el mediodía. Si acaso pequeños grupos que se hacinaban curiosos ante los últimos retoques de los tenderos. Una niña que vendía ropa por todo a x euros. Me miró sonriente observando cómo tomaba planos del mercado. Más adelante topé con mis acompañantes. Al pronto vimos a José María Garrido que se paró unos segundos a saludar. El alcalde confesó trabajar mucho y dormir poco. Tenía algo de prisa para llevar a su hijo al partido. Pero, a pesar de todo, nos otorgó algunos minutos de su ajetreada vida. Es un buen hombre que se entrega de lleno a sus responsabilidades. Tiene un año más que yo.
¡Vaya! Acabo de ver chochos dulces. Mi madre los solía comprar y, para mí, siempre quedaron como un símbolo de mi tierra. Compré un puñado de ellos y les invité a mis acompañantes pero no parecía hacerles mucha gracia. Yo pronto me harté de ellos (llenan mucho) ¿Quién podía comérselos? Me daba grima tirarlos. ¡Ya sé…! Abrí la bolsa y plegué su cuello hasta que podría verse los chochos con toda amplitud. Me acerque a cada uno de los transeúntes que se me acercaban y, con todo el desparpajo del mundo, les ofrecía degustación de ellos. No cobré comisión alguna por parte del tendero. Peor aún. Mi hermano Ángel se sintió avergonzado de lo que estaba haciendo y me reprendió: “me dijo que estaba haciendo el tonto”. –No hombre-, defendí. Estoy desarrollando una labor comercial. Y la bolsa de chochos se iba quedando ya vacía. Lo que no sé, ni tan siquiera me preocupé, es de si el tendero se llegó a enterar de esta promoción que le estaba haciendo gratuitamente.

Yo soy así: temperamental y alocado. Un saludo para todos ustedes. Con este final espero no haberles aburrido y, si Dios lo quiere, volveré a darles la vara otro año.

Suerte en sus negocios paisanos.