Decía Vazquez Montalban que "la patria (paraiso) de cada unos son la cuatro esquinas en que meamos de pequeños ", pero anclarnos en la añoranza del pasado y convertirlo en paraiso no es muy adecuado.
Recuerdo perfectamente la casa de tu abuelo Pablo (frente a la de Navina) y su casilla en el Pasil, donde (seguro que tampoco lo recuerdas) estuvimos un día, a lomos de una jaca colorada que tenía, a punto de dejarnos la crisma contra el cabezal de la puerta.
Recuerdo perfectamente la casa de tu abuelo Pablo (frente a la de Navina) y su casilla en el Pasil, donde (seguro que tampoco lo recuerdas) estuvimos un día, a lomos de una jaca colorada que tenía, a punto de dejarnos la crisma contra el cabezal de la puerta.
A alguien le oí decir que al final son los recuerdos del lugar donde jugaste, corriste, caiste y te levantaste los que resumen "el hogar y la patria chica de uno", aquellos años de la escuela. Quizás sea cierto.
Para los que hemos tenido que compartir dos lugares distintos de juegos, caidas y levantamientos a veces, sintiendo alma y corazón; teñido de costumbres y arraigos propios en parte y adoptados en general, se nos crea un gran conflicto patrio. Surge cuando quedan pocos cabos que te situan en el pasado y mucha vida en un hogar que te admite pero que te recrimina la impureza de tus raices en tanto a la tierra en la que subsistes.