LA RESERVA
¡Ay del tiempo! Cuántas veces en nuestra existencia vamos albergando la esperanza en nuestro retiro, soñando con un mañana en el que sólo nos debemos a nosotros; a nuestros caprichos irrefrenables. Ya no nos sujeta obligaciones, ya sobrados de todo lo necesario para llevar acabo aquellas visitas al pueblo indefinidas. Para gozar de lo lindo y respirar sano. Una reserva de intenciones que, en lo ficticio, sabe saborear una mente creativa hasta el punto de saciarse. Y un presente, una estampa o un video; cualquier medio de comunicación llena de alegría esa presuntuosa nostalgia por la tierra que tanto se añora. Ya parece mañana y, con ese ya, no se espera reservas.
Con todo mi afecto paisanos: Pedro G. G.
¡Ay del tiempo! Cuántas veces en nuestra existencia vamos albergando la esperanza en nuestro retiro, soñando con un mañana en el que sólo nos debemos a nosotros; a nuestros caprichos irrefrenables. Ya no nos sujeta obligaciones, ya sobrados de todo lo necesario para llevar acabo aquellas visitas al pueblo indefinidas. Para gozar de lo lindo y respirar sano. Una reserva de intenciones que, en lo ficticio, sabe saborear una mente creativa hasta el punto de saciarse. Y un presente, una estampa o un video; cualquier medio de comunicación llena de alegría esa presuntuosa nostalgia por la tierra que tanto se añora. Ya parece mañana y, con ese ya, no se espera reservas.
Con todo mi afecto paisanos: Pedro G. G.